top of page
laballenaliterata

AKUALI

J. R. Spinoza, Tamaulipas, 1990


Sigue lloviendo afuera. Escucho el sonido de las infinitas gotas de lluvia al chocar con violencia contra el techo de lámina que sólo es interrumpido por los ocasionales truenos que acompañan la tormenta. Son ya cinco días que llueve sin parar. Controlo mi respiración, me concentro en introducir aire por la nariz y calmar los nervios. No debo hacer ruido alguno. Miro la ensombrecida puerta de madera y pienso que mis ojos por fin se han aclimatado a la oscuridad del clóset. Pienso, también, en Germán y como su engaño me ha llevó hasta la situación en la que me encuentro.

Es por ello que decidí tomar el trabajo que postulaban en la página de contadores. Muy lejos de casa, en la costa. Con casi el doble de sueldo y una vivienda que pagaba la compañía.

Me hablaron al día siguiente y creí que mi suerte cambiaba. Después de la entrevista y de una nueva llamada para asegurarme el empleo, me hicieron elegir entre dos viviendas, una en el centro de la ciudad y la otra, en la bahía, alejada del bullicio. Yo que siempre he sido muy huraña me decanté por la segunda. Después de ocho semanas trabajando sentí como la distancia comenzaba a caerme bien. Ya no pensaba en Germán todo el día, tenía una excusa para no ver a mis padres que me querían tener en su casa los fines de semana y estaba ahorrando en serio por primera vez en mi vida. Vivía apenas con lo básico. En mi mente se trazaban viajes y visitas a centros comerciales. Después de doce meses tendría ahorrado suficiente para divertirme a lo grande en mi semana de vacaciones. Había retomado el hábito de la lectura e incluso hice por irme a correr cada mañana. Fue en una de esas mañanas de cardio cuando lo vi. Comenzó a llover desde las tres y para las cinco que salí seguía lloviendo. Pensé que era una tontería romper mi rutina por un poco de agua, de cualquier manera siempre me bañaba al regresar. Corría por el estacionamiento de la playa cuando lo vi. Mis tenis pesaban y hacían ruido, mi cabello empapado del que escurrían gruesas gotas me dificultaba la vista. Lo hice a un lado y me tallé los ojos. No era humano. Quiero decir, caminaba erguido, en dos patas que eran como las de una rana. Tenía colmillos, delgados y dispares. Sus ojos, más de pez que de hombre y harto más de muerto que de pez, no reflejaban vida. Sim embargo, se movía. Tomé mi celular, el cual estaba dentro de una bolsa protectora que colgaba de mi cuello. Intenté grabarlo, pero apareció el mensaje de BATERÍA INSUFICIENTE y parpadeaba un 2% junto a la imagen de una pila. Sólo me distraje un segundo y eso fue suficiente para que esa cosa desapareciera.

Al llegar a mi casa descubrí que no había energía eléctrica. Me metí a bañar y después de vestirme, coloqué el cargador del celular en mi bolso. El día de trabajo transcurrió de manera normal, salvo por un par de compañeros que se ausentaron. La empresa tenía planta eléctrica y pude cargar mi celular de nuevo. Al salir del trabajo extrañó que siguiera lloviendo. Tuve que sortear las calles inundadas para llegar a mi hogar. Como no había ni luz, ni internet me fui a domir temprano. Empecé a preocuparme a la mañana siguiente que seguía sin luz y que, por lo visto no había dejado de llover. No pude salir a correr y tuve que dejar mi auto a cuatro cuadras del trabajo. Llegué al baño a cambiarme de ropa. Debíamos ser menos de un tercio de los trabajadores. A la hora de la comida, don Saúl, un viejito que trabajaba en bodega se me acercó para hacerme una advertencia.

—Debería irse, señorita.

—Aún tengo algunos pendientes, pero sin duda me iré temprano.

—Me refiero a irse de la ciudad, ¿por qué se piensa que casi no ha venido gente hoy? —se acercó a mi oreja, como si me estuviera contando un secreto —está sucediendo otra vez. Ya he sabido de personas que lo vieron, ¿quién huyó y quién está muerto? Es imposible de saber. Pero esta lluvia no es normal. Él la provoca, ¿o tal vez la tormenta lo atraiga a él?

—¿A quién?

—Akuali. Es una criatura que… —se detuvo — …ya lo has visto.

Quizás estaba loco, o quizá el anciano vio el recuerdo en mis ojos, de alguna manera lo supo.

—Tienes que irte… antes de que sea demasiado tarde.

Recogí mis cosas a prisa y salí corriendo. Sentía mis dientes castañear y un frío recorría mis hombros y cuello. Llegué empapada a mi auto y este no quiso arrancar. Caminé a casa. Las calles parecían desiertas, dudé por un momento en regresar a la oficina, pero me resolví por llegar a casa y empacar, antes de que el agua cubriese toda la ciudad. Una vez terminé de alistar mi equipaje a la luz de las velas, la tormenta arreció. Los fuertes vientos arrancaban las largas hojas de las palmeras. Vi a la distancia como un bote de basura se estrellaba contra el vidrio de una casa. Tomé mi teléfono y llamé al trabajo. Nadie contestó. Llamé a mi jefe, lo mismo. Decidí llamar a mi madre, y el teléfono sonó y sonó. Esa noche el torrente que caía del cielo se aplacó y el incesante golpeteó fue sustituido por una tenue llovizna. Me dio esperanza hasta que escuché los gritos. Como ecos del más allá, personas aullando de dolor, rogando por su vida, hombres, mujeres, niños, era difícil saberlo. La mañana siguiente no me atreví a dejar la casa.

Hoy he visto una sombra monstruosa traspasar mi puerta. Me arrastré, repté hasta este clóset que es mi escondite. Ignoro si puede olerme o se basa por la vista. Pido a Dios que sea lo segundo. Porque si esa puerta se abre… yo no sé lo que me espera.

____________________________________________


Acerca del autor


H. Matamoros, Tamaulipas, México (1990). Becario del PECDA (emisión 23), en la categoría de Jóvenes Creadores por novela.

Ganador del concurso “Letras Fantásticas” de Editorial Winged. Presidente Ateneo Literario José Arrese de Matamoros. Es coeditor en revista Delatripa: narrativa y algo más. Ha publicado en las revistas: Monolito, Retruécano, Máquina Combinatoria, Periódico Poético, Letras y demonios, Teoría Omicrón, Penumbria, Metahumano, Revista Sangría, Poétomanos, Ibídem, Revista Alcantarilla, Nudo Gordiano; entre otras.

23 visualizaciones

Comentários


bottom of page