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La máscara de la violencia como escudo protector de un secreto

  • laballenaliterata
  • 2 may 2022
  • 4 Min. de lectura

Mas tú, Jehová, no te alejes; fortaleza mía, apresúrate a socorrerme. Libra de la espada mi alma, del poder del perro mi vida.

Salmos 22 (19-20)


Por Sergio H. García


Desde que la especie humana ha existido, hemos usado la fuerza bruta como una herramienta; gracias a ella se lograba la caza exitosa de animales, después la creación de herramientas listas para la construcción, la caza o la recolección; el mero paso del hombre por el planeta es un ejercicio de fuerza humana contra otra cosa. Con el tiempo, esta fuerza presente en todos los animales, y que por sus cualidades amorales, sirve para la supervivencia de la especie se fue transformado y apareciendo en otros roles sociales: el hombre sometiendo al hombre por poder, estatus o mero convencimiento; así se ha representado a lo largo de nuestra historia ahogada entre tiranos genocidas y pueblos enteros subyugados.


Entrado el siglo XX, la modernidad había llegado al mundo gracias a la Revolución Industrial, el humano dejó el campo y empezó a ir a las fábricas; ahora no se vivía en pueblos alejados, sino en ciudades llenas de humanos a los cuales tendrías que soportar y tolerar para pertenecer al nuevo mundo que se planteaba. Pareciera que este impulso animal, este frenesí por lograr los impulsos, esta violencia desaparecería, incluso, por ese panorama nos pintaba le ficción especulativa, pero no, la violencia se sublimó, aparénteme el nuevo Leviatán, integrado en la miradas y la aprobación del resto de las personas y que Foucault bautizó como Poder Normalizador, había hecho su trabajo, pero un trabajo ciego, dejando rastros. Ahora la violencia se ejercía con discreción en la calles y a pulmón abierto en las casas, la normalidad era ser como todos en el exterior y reprimir todo impulso de autenticidad en el interior. Todo esto mencionado toca al personaje de Phil (Benedict Cumberbatch), un vaquero de la década de los 20’s en Estados Unidos, altanero, tirano y un gran farsante tan bueno, que logra convencer a todos de una irrealidad que termina por costarle todo.





El Poder del Perro, película dirigida por Jane Campion tras doce años de no dirigir cine, y basada en una novela escrita por Thomas Savage, inicia mostrándonos la relación de los hermanos Burbank, una relación que parece cercana para Phil, pero que en realidad se va alejando como dos rocas arrojadas hacia el mismo punto por distintas manos. George (Jesse Plemons), casi un burócrata refinado se nota distante al Phil, vaquero violento al que no le gusta estar alejado de su hermano, y empieza a sentirse inseguro de la estrechez de su relación. Al mismo tiempo, George conoce a Rose (Kirsten Dunst) con quien decide casarse a las pocas semanas. Esta noticia molesta más Phil, tacha a Rose de caza-fortunas y al hijo de esta, Peter (Kodi Smit-McPhee), de un vástago convenenciero y afeminado.


La realidad es que Phil no teme por el dinero de su hermano, no teme por el corazón de su hermano, no teme ni siquiera de lo que esto pueda acarrearle al rancho donde él trabaja y el dueño es su hermano. No. Phil teme a perder lo que representa su hermano, una conexión directa con el pasado, con su juventud en la que aprendió a ser hombre, como lo menciona él mismo y con su casi nada que le queda de Bronco Henry.


Bronco Henry es un personaje que jamás se nos presenta en pantalla, sabemos de él por lo que dice Phil con admiración, conocemos sus cosas, su silla de montar, por ejemplo, porque las conserva Phil, y entendemos su rol de mentor, por palabras del mismo Phil. En ningún momento de la película se nos afirma que Bronco Henry, Phil o Peter sean homosexuales, pero se sugiere: hay diálogos que pueden dar a esta interpretación y escenas eróticas en la que Phil mantiene un acercamiento erótico-afectivo con artículos de Bronco Henry, o las miradas y los gestos que tiene hacia Peter. Lo que interpreto es que Bronco Henry, además de ser mentor de trabajo de los hermanos Burbank, también suplía sus deseos sexuales suprimidos con ellos, acto que George no correspondía tanto como Phil. Phil no teme por perder a su hermano; teme por perder una de las pocas conexiones que le quedan con Bronco Henry y su pasado que tiene tanto peso sobre el Henry envejecido que incluso lo hizo declinar su carrera universitaria en literatura clásica por conservar la esencia de él en su propio cuerpo y vida de vaquero.


En medio de esto está Rose. Ella es la ladrona de todo este pasado de toneladas que carga Phil y se termina convirtiendo en el blanco de todas sus frustraciones. La violencia de Phil no explota, es sutil, como de vigilante, sublimada. Esto, sumado a un marido que no escucha e ignora lo que su esposa está pasando, la lleva directo al alcoholismo.


Cuando Peter vuelve a casa de su nuevo padre y donde ahora radica su mamá, ahora desquiciada por el whisky, Phil ve en el muchacho la oportunidad de reemplazar a su hermano. Él le cuenta a Peter que tenía su misma edad cuando aprendió a montar; su misma edad cuando conoció a Bronco Henry y cuando aprendió a ser hombre, le dice que él lo va a enseñar a ser hombre. Phil, ve en Peter un reflejo de él mismo y Peter aprovecha esto, después de descubrir el secreto de Phil por accidente, y lo aprovecha para cobrar venganza por lo que este hombre le ha hecho a su madre.

La lucha sutil entre Phil y Peter, se pueden entender de varias formas: el hombre nuevo, contra las formas antiguas y arcaicas de los hombres viejos; el poder de una educación basada en la aceptación (por mencionarlo de una forma), contra el repudio y la frustración propia; o el poder de la inteligencia académica, siendo Peter un joven estudiante de medicina, contra la fuerza bruta y el empirismo vaquero y rudo de Phil. Personalmente, me encanta esta última.


A final de cuentas, la inteligencia termina venciendo a la fuerza bruta, Peter juega con Phil como si fuera un partido de ajedrez y logra alejar a los enemigos de su madre, su nuevo padre y de él mismo. De ahí el Salmo y nombre de la película.

 
 
 

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