Clímax: El Leviatán de Gaspar Noé.
Actualizado: 1 abr 2022
Sergio H. García
En abril de 1651, Thomas Hobbes afirmaba en Leviatán que todos los humanos son por naturaleza iguales en facultades físicas y psicológicas. Desde esta igualdad y otras causas en la naturaleza humana, todo el mundo está, dispuesto a pelear entre sí, de modo que «Con todo ello es manifiesto que durante el tiempo en que los hombres viven sin un poder común que los atemorice a todos, se hallan en la condición o estado que se denomina guerra; una guerra tal que es la de todos contra todos». En otras palabras, lo que afirmaba este señor de cabellos blancos y escasos era que si no fuese por el estado o una autoridad, o las leyes, o el poder normalizador (según Foucault), o tu maestro regañón, o tus padres, el hombre se comería al hombre, como hiena a las hienas, siendo así un hombre natural, salvaje; perverso.
Para 2018, 367 años después de la publicación de Leviatán, Gaspar Noé nos presenta su largometraje más musical: Clímax. En ella, el director franco-argentino nos muestra una compañía de jóvenes bailarines a punto de partir a Estados Unidos a una competencia internacional, no sin antes recurrir a la vieja tradición griega: la fiesta.
Pero, ¿qué tienen en común adolescentes bailando con el filósofo Hobbes y su Leviatán? Pues cómo en casi todo el arte e intertextualidad, lo importante no es el por qué, si no el cómo.
La película inicia con una mujer mancillando de rojo la fría nieve de Francia, después, unos de los pocos cortes de la cinta y entramos a una de las pocas escenas estáticas: un televisor rodeado de libros y películas que, claramente, son las influencias del director y de la cinta como tal. En la TV se nos muestran entrevistas a modo de presentación de los personajes y conocemos la parte más social de cada uno; una materialización del Super Yo de cada personaje, diría Freud. Todos los personajes, menos a una Selva (Sofía Boutella) que conocemos después del siguiente corte y estaremos en gran parte de la película, literalmente, tras ella. En esta escena que inicia con el bello rostro de Boutella se nutre en gran parte, de una de las coreografías de baile más brillantemente grabadas, con pasos impresionantes y rítmicamente precisos y, además, el empleo del plano secuencia extendido a grandes tomas no solo en tiempo.
Posterior al baile, el director nos secuestra la atención con la ya mencionada fiesta. Todos empiezan a bailar, fumar, conversar, socializar, a presentar de una forma un poco más cotidiana (un poco más del Súper Yo Freudniano, es decir, lo que se proyecta ante las personas para dar evidencia de la bondad moral de uno), y comienzan, también, a beber.
La trama se va enredando y apretando tanto que uno pudiera pensar que no nos lleva a ningún sitio distinto, a ningún lugar donde resituarse después de ella; a ningún punto de conversación para con la pareja o los amigos. Inclusive, después de esta parte que no lleva a nada, salvo a conocer los personajes, sus inquietudes, miedos, deseos y crímenes a través de conversaciones con sus compañeros más cercanos, caen los créditos, mientras las coreografías de baile, está vez en más libertad, y la música hipnotizante sigue y sigue.
Una vez terminada el acta de defunción de los créditos para la primera parte, se da inicio a la segunda y más cruda parte de la película. Volvemos a la historia notando que nuestros pródigos del baile se encuentran extraños, todo gira y nos envuelve en la confusión: alguien puso algo en el ponche.
Algunos tratan de quitarse el efecto de la droga, otros, que poco a poco serán más, simplemente se dejan llevar y todo esto sin dejar de bailar. Los planos secuencia y los giros de cámara son cada vez más frecuentes y erráticos. En tanto a los personajes, la sustancia en el ponche actúa en ellos como un bloqueador de la racionalidad, como un inhibidor del Super Yo, y del Yo, como un impulsador del instinto sobre todas las cosas y brilla el instinto de tribu y todos se olvidan del Leviatán; del propio y del colectivo. Todos actúan por instinto, con dejadez y con agresividad, con el alma de un animal salvaje.
En este punto, Gaspar Noé nos propone, casi al final de la película, lo errático de una selva, la distopía en carmesí llena de animales antropomorfos, que hacía 40 minutos, para el espectador, eran chicos comunes como cualquier otro.
Gaspar Noé ha sido considerado el director que más gente ha sacado de sus cintas y con Clímax comprueba, pues no solo es la trama que bien es difícil de llevar: con escenas que impactan tanto que provocan que uno sienta el impulso de voltear la mirada, sino el juego de luces fluorescentes, los escasos cortes de cámara, y giros de esta y la música que te mete en un trance similar al de los personajes.
Clímax no es una película para entenderla (me tomó 4 o 5 reproducciones en Netflix, para poder llegar a dos o tres conclusiones seguras y poder hacer esta columna) si no que esta es una película para disfrutarla con los sentidos, dejarse llevar y demoler. Clímax es un andar trágico entre la música que contribuye al aturdimiento, el baile, una excelente fotografía, los giros, el drama y, sobre todo ello, una enorme bandera de la Francia Revolucionaria.
Qué ironía, ¿no?.
_______________________________________________
ACERCA DEL AUTOR
Sergio H. García (Ruiz, Nayarit. 1995) En el pasado dirigió «Viernes Cafetero», un proyecto que busca llevar talleres gratuitos a las cafeterías. Actualmente dirige la revista de difusión cultural «Poetómanos» y es miembro de la banda de rock «Huéspedes». Becario del programa Los Signos en rotación, Festival Interfaz ISSSTE-Cultura Guanajuato 2018, y Segundo lugar en el concurso «Páramo de Sueños». Miembro del Colectivo «Escritores del Bajío» y editor en «Ediciones del Olvido». Escritor de las columna musical «Ecos de habitación» publicada quincenalmente en el Periódico Poético y de la columna mensual de cine «Lenguaje para soñar en la oscuridad», publicada en Revista Alcantarilla de Mazatlán, Sinaloa. Organizador de la primera edición del Festival de Poesía «Antonio Alatorre». Mención honorífica en el concurso de Poesía Erótica y Amorosa del estado de Nayarit. Lo han publicado en antologías como «En la palma de tu mano », «Aurora 7 pm», «Páramo de Sueños», «Esquirlas del Desierto», así como en distintas revistas de distribución nacional como «Los demonios y los días», «Revista Iguales», «Periódico Poético» o «Revista Alcantarilla». Actualmente lleva el taller de poesías «El Oficio de la poesía». Autor de «Que Ninguna tormenta se acerque» (Crisálida Ediciones, 2021).
Comments