LOS INEXISTENTES DE TILTOMET
Cesco Ram, Tlaxcala, 2001
Un día de repente, Bram comenzó a portarse raro, "¿dónde está mamá?" le preguntaba a todo mundo, aun cuando sabía que él no tenía madre, pues su padre, el señor Ronn, lo había criado solo. Al principio creí que nos estaba jugando una broma a todos, pero con el paso de los días se puso más misterioso, se veía distraído y cansado, las ojeras le habían rodeado los ojos y se notaba que había bajado gravemente de peso. Algo le pasaba y cualquiera que lo hubiese visto, se habría dado cuenta. Su padre quiso ayudarlo varias veces, pero Bram escapaba de su casa gritando por las calles que necesitaba encontrar a su madre. Cuando por fin pudieron internarlo, algo impensable pasó.
En una visita al hospital, me confesó la verdad detrás de su extrañó comportamiento.
—Toma esto, deshazte de él –susurró y me entregó una aguja del tamaño de su dedo índice que había escondido de algún modo en la habitación.
—¿Qué es?- pregunté confundido.
—Es lo que mató a mamá- miré el objeto de metal y noté que en letras diminutas tenía un nombre grabado.
—Tiltomet –leí entrecerrando los ojos–. Es un dios demonio...
—Pero Bram, tu creciste solo con tu papá –lo interrumpí.
—No, no. Por alguna razón todos han olvidado que sí existió, pero fue esa aguja la culpable de todo. Leí en un libro de invocaciones que, si la ensartaba con la punta hacia arriba sobre la espalda, en la prenda que una persona llevara puesta, esta desaparecería. Y eso fue lo que pasó con mamá, estaba enojado con ella, así que puse la aguja en un suéter que se puso una noche y al día siguiente se había ido.
No sabía que pensar acerca de lo que me estaba contando Bram, era solo un chico de quince años y era mi amigo, pero había cambiado totalmente, la locura lo había transformado, incluso llegó a darme miedo. Cuando quise preguntarle que de dónde había sacado tal libro de invocaciones, llegó la enfermera para pedirme que me retirara. Días después, Bram se suicidó, no sé cómo y no quiero saberlo.
Ahora yo me sentía un tanto culpable por no haberle creído, pero esa sí que era una historia muy loca. La única forma de comprobarla era llevando a cabo tal misteriosa invocación, y tenía al candidato perfecto para ello.
No sé qué estaba pensando papá cuando me presentó a Ferdi, mi medio hermano de 2 años, hijo de la amante con la que papá había engañado a mamá por mucho tiempo. Por cuestiones familiares, por ahora yo tenía que vivir con ellos, debía quedarme ahí mientras veía como otro niño se robaba todo el cariño y la atención de mi padre, al igual que Valena, mi madrastra.
Siempre hacían todo los tres juntos, ir al parque, al cine, al zoológico... casi nunca me integraban, y si lo hacían, me ignoraban descaradamente, pero parecía que no se daban cuenta de ello, o tal vez no les importaba.
Papá nunca lo notó, pero cada vez odiaba más a ese niño berrinchudo y malcriado. Y todo empeoró cuando comenzaron a agarrarme de niñera. Cuando ambos salían a sus citas románticas cada fin de semana debía cuidarlo, alimentarlo, llevarlo al baño, y además de todo, entretenerlo. Pero pronto eso terminaría.
Una noche cuando mi padre y Valena salieron a cenar, yo me quedé como siempre con Ferdi y estaba más que listo para realizar la invocación de Tiltomet. Aún había sol cuando el niño me pidió que jugáramos a la pelota en el jardín trasero, entonces aproveche para decirle:
—Espera, te pondré un suéter –puse la aguja con la punta hacia arriba en la espalda de la prenda y se la puse al niño.
Así entonces, salimos a jugar. No sabía que estaba esperando, tal vez la aparición de algún demonio, un fantasma, o un monstruo, pero por buen rato no pasó nada.
El sol ya casi comenzaba a ocultarse y el cielo se llenó de nubes gigantes y grises. Los primeros relámpagos y gotas de lluvia empezaron a caer poco después. El viento soplaba muy fuerte, y decepcionado por la farsa que había obtenido de Bram, regresé de nuevo dentro de la casa con el niño para no mojarnos, entonces repentinamente la lluvia se convirtió tormenta, una tormenta de relámpagos que sonaban con fuerza azotando su gran estruendo en la tierra.
—Pelota, mi pelota –pedía el niño una vez dentro.
—No, ya déjala ahí –le advertí.
Sin tomarle más importancia a lo que pudiera hacer, yo me dirigí a la cocina para buscar algo de comer y con eso quitarme la desilusión que me había provocado la invocación fallida. De pronto escuché la puerta abrirse de nuevo, cuando acudí a ver qué pasaba, lo único que aprecié, fue a Ferdi corriendo hacia al jardín, bajo la gran tormenta eléctrica, corriendo hasta donde estaba su pelota. Enojado por su desobediencia le grité sin conseguir que me escuchara, por lo que comencé a caminar directo hacia él para llevarlo de nuevo dentro de la casa y reprenderlo. Pero justo cuando pise el umbral de la puerta...
¡Crish!
Le cayó un rayo, el destello me lanzó de espaldas y el sonido me aturdió el oído, como el fogonazo los ojos, solo recuerdo que la cabeza me dolió tremendamente por un segundo, la vista se me puso borrosa y me desmayé.
Lo que me despertó a la mañana siguiente fue el canto de los pájaros que pude ver posados en los árboles a través de mi ventana.
—¡Hijo el desayuno está listo! –escuche a papá vociferar.
Al levantarme noté que, en el escritorio de mi habitación se encontraba aquella aguja Tiltomet que Bram me había dado, estaba intacta "supongo que todo fue un sueño" me dije. Aun vistiendo el pijama acudí al llamado, en la cocina se encontraba Valena haciendo huevos y papá sentado en la mesa.
—Siéntate cariño, ahora te sirvo- me dijo la mujer. Obedecí, pero con el entrecejo fruncido, observando como ambos tenían una serenidad pura en el alma.
—Y... ¿Dónde está Ferdi? –interrogué.
—¿Quién? –me miró papá con curiosidad.
Supe entonces que Bram decía la verdad, tal vez su madre si había existido, pero la invocación la había borrado de la memoria de todos, igual que había hecho ahora con Ferdi.
Entonces Bram se sintió responsable, sintió que él había matado a su madre y al ser consumido por el arrepentimiento se suicidó.
Pero a diferencia de él, yo no sentía ni un poco de culpa.
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Acerca del autor
Cesco Ram, nació el 7 de febrero del 2001. Originario Tlaxcalteca, es escritor de poesía, mini ficciones, cuentos de terror,
ficción, suspenso, drama, entre otros. Ha publicado en las revistas “Doble Voz” y “Polisemia”, ha colaborado en la colección de “Rumbo a Mundos Distantes” de “Fóbica Fest”.
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