MANTÍCORA
Irasema Orona, Mazatlán
Que si temo, me han preguntado.
Sí.
Temo al tiempo.
Al odio
La locura.
A todo lo que depende del otro…
Lo inevitable.
A las decisiones estúpidas
-esas, que legislan sobre un cuerpo
como una propiedad pública-
Le temo a las palabras ambiguas
[que naufragan como retazos de navíos] que terminan en el peor lado de una isla
Para hacer justicia,
para decir:
La adrenalina da fuerza proporcional a la de un hombre armado.
Para gritar:
Se defiende el derecho a la vida.
Le temo a las palabras sin rostro
[Que andan con nombres diversos]
A esas que acusan de culpable
a quienes les cae el silencio de la muerte,
a esas, que esclavizan a cientos de mujeres
-dando invitación al festín de nuestra
carne-
A las que juzgan por amar,
andar, hablar
[en lo que esta cultura de mierda nos enseña].
Le temo a veces a todo,
a todos.
A la palabra que hiere
-Porque se nombra puta como un género específico donde verter el odio-
Porque de la boca salen golondrinas negras;
Y entre el grito y el silencio, crece una suerte de monstruo
[Que no deja de mirarnos]
Que saborea la zozobra de nuestros días,
la que nos fragmenta
- Y que va asestando golpes-
para recordar que nos acecha.
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