SER IMBÉCIL
Andrea Guevara Gómez Llanos, Mazatlán, 2008
A menudo me dices idiota, zopenco, lerdo, tonto, retardado, alelado, bobo, estúpido, necio o incluso anormal, ¿qué quieres decir? Desde acá de la pared de tu baño recuerdo que me habías dicho que los genios piensan torcido como las ramificaciones de un árbol, pero que las personas torcidas no pueden pensar como genios. Qué odisea con tus excéntricos juegos de palabras. Me marea escucharte, incluso cuando me dices “fool” o “stupid” que tampoco sé lo que signifique. Tal vez el segundo idioma tuyo, no sea para mí. Tu ridícula y relamida pronunciación sólo me hace reír. Quizá lo de baboso, atontado, tarado, menso, estólido no sea verdad, al fin y al cabo, no sé qué signifiquen esas rimbombancias o mentiras creativas que inventas para hacerme sentir mal, pues no soy tarado, no soy imbécil, ni tonto, tampoco estúpido mucho menos idiota o zopenco, sólo soy yo, tu espejo.
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