UN SENDERO HACIA LA ESPIRITUALIDAD
Actualizado: 27 jul 2021
Luz M. Pinedo, Mazatlán, 2001
En los primeros días de mayo de 2019, me encontraba en una lucha interna contra el sistema de creencias religiosas en el que fui criada, en contraste a lo que aprendía a diario en la clase de ciencias. Me resultaba extremadamente difícil seguir manteniendo mi postura de alguna figura omnipotente ante la teoría de evolución de Darwin o el descubrimiento de la doble hélice por Watson y Crick.
A menudo me preguntaba si mis compañeros tenían también ese conflicto interno en su cabeza o si tenían una posición definida ante la situación. Por fortuna pocos días después de hablar con una amiga muy querida al respecto, tuve la gran fortuna de visitar un lugar mágico que se encuentra en el estado de Jalisco.
Aparentemente era mucho más fácil adoptar una postura científica para cesar mi ansiedad y tomar un camino fácil ante las respuestas del gran dilema. Fui víctima del dogmatismo que existe en el método científico donde todo tiene que obedecer un camino para llegar al mismo punto siempre. Después de una breve aventura en el estado de jalisco, desapareció este rompimiento y de pronto todas mis dudas se convirtieron en una dualidad de pensamiento y forma de vivir.
Abandoné mis creencias familiares en donde la fe y la religión representaban rutas íntimamente estrechas entre sí, para poder encontrarme con lugar en el espacio donde la devoción a lo divino nace desde un lugar amoroso y libre de pecado.
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El ser humano está conformado por algo más que sólo átomos y proteínas. Bien dice la biblia judeocristiana: somos alma, cuerpo y espíritu, por lo cual resulta un tanto natural la tendencia a buscar respuestas trascendentales las cuales –la mayoría– se han satisfecho mediante la creencia de un Dios y sus múltiples análogos alrededor del mundo en distintas religiones.
En el camino hacia un despertar de consciencia se involucran creencias ancestrales que se han olvidado a lo largo de la evolución de la sociedad moderna como el amor, la compasión, vida después de la muerte, sabiduría y verdad. Una de las ideas sagradas de esto, es aceptar que existe algo mucho más grande y poderoso que la propia existencia, algo más que una experiencia sensorial y que forma parte de un todo naturalmente divino.
Considero que el camino hacia una vida espiritual nace de una necesidad humana de introspección, pues existimos en un mundo de distintas posibilidades que resultan complejas de asimilar debido a que la mayoría de la población nace en un ambiente religioso –sobre todo en nuestro país–, que desde niños nos educa de cierta forma, de acuerdo a las costumbres religiosas familiares. Esto marca un camino de ideas predeterminadas, por ejemplo, el bautizo cuando nacemos para librarnos simplemente del pecado de existir, la primera comunión e incluso un matrimonio hasta que la muerte los separe.
Esta perspectiva de Dios y del significado de lo divino confronta directamente las realidades de los individuos que buscan encontrarse y recobrar su fe, por medio de la espiritualidad, debido a que no existe este mesías idealizado a través de los siglos que va a salvar a los que –según las creencias de una religión– hayan actuado bien o mal. Eso significaría que mi conexión con lo divido depende de alguien más y no acciones propias que permitirían descubrir el simple hecho de que existe una inteligencia divina, que nace desde el amor y no a través de la culpa.
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Dicho lo anterior, la espiritualidad representa para mí un rompimiento entre fe y religión. Rompimiento que no significa negación de la divinidad o incluso de Dios, sino retomar las ideas primordiales desde otro lugar, dejando atrás las culpas y el sufrimiento para experimentar un amor puro de la misma creación.
En esta sociedad donde el libre albedrio es un derecho, podemos profesar la fe de nuestro agrado o simplemente estar en un espacio donde nos podamos sentir libres y cómodos, sin embargo, una de las cosas más importantes que no debemos de pasar por alto es que nosotros somos los únicos dueños de nuestra vida y siempre cuestionar dos veces las ideas impuestas provenientes de cualquier ideología porque al final del día hay algo más allá del mundo tangible, el cual sólo puede ser experimentado desde nuestra propia naturaleza como humanidad.
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Acerca del autor
Soy Luz M. Pineda y nací el 15 de noviembre de 2001, tengo 19 años y vivo en Mazatlán Sinaloa.
Actualmente me encuentro cursando la carrera de Ing. Biotecnología en la Universidad Politécnica
de Sinaloa (UPSIN), me gustan muchísimo las ciencias biológicas, pero también disfruto mucho de distintos tipos de arte como la música de protesta latinoamericana. Considero ser una persona muy sociable a quien le encanta escuchar historias de gente mayor para tratar de aprender de eso. Me gusta mucho estar capacitándome e investigando muchas cosas de la naturaleza, así como tratar de hacer mucho con lo que este a mi alcance. A pesar de ser una persona de ciencia nunca me he limitado a ver el mundo desde esa postura, pues creo que es muy interesante analizarlo desde distintos ángulos, me considero una persona muy perceptiva ante las emociones de mi entorno. Decidí participar en esta convocatoria porque me gustaría mejorar mi redacción en textos no académicos, así como compartir un poco sobre la vida desde mi punto de vista y también comunicar estos de una manera asertiva. Estoy dispuesta aprender de mis posibles errores de redacción, siempre aspirando a mejorar y avanzar.
Insta: Luz Mariana (@luzzpr)
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